Esta semana entró en vigor las modificaciones al reglamento de tránsito de la Ciudad de México, después de analizarla un poco, realmente no encontré nada nuevo ni importante que fuera digno de ser mencionado, aumento en las penalizaciones por infracciones, algunas cosas que corresponden al sentido común más básico, pequeños detalles que antes eran simple cortesía y que ahora ya son obligatorias bajo la consigna de un castigo en caso de no cumplirlas, pero en su esencia las reglas permanecieron tal cual.
Sin embargo, en redes sociales las cosas sí que se movieron. Algunas personas protestaron y se quejaron de las imposiciones del gobierno a los automovilistas y motociclistas. Otros defendieron la nueva severidad del reglamento. Otras más aprovecharon para denunciar la corrupción de los elementos de seguridad vial que se aprovecharían para extorsionar a los menos enterados en materia legal.
Hasta este punto, tampoco diría que ocurrió nada nuevo, pero sí me encontré un fenómeno, que si bien ya existía desde la publicación de anteriores reglamentos, ahora sí percibí un aumento en el siguiente tipo de acciones, unas personas, en algunos casos, que por su número de seguidores, se podrían considerar influencers, comenzaron a aconsejar métodos para evitar las infracciones, otros para evitar a los elementos de tránsito, otros más sugiriendo que se dieran a la fuga, siguiendo pasos que aumentaban el riesgo en el que los conductores ponían su propia integridad, así como la del resto de las personas a su alrededor.
Este podcast no está dedicado a denunciar a nadie, así que no mencionaré los nombres o nicknames de los influencers que pude observar indicando estas sugerencias, pero estoy seguro de que si son miembros activos de alguna red social, han podido ver vídeos, imágenes o textos que brindan estos consejos y cierran con la frase o el audio: “Quien tenga miedo a morir que no nazca”.
Realmente yo no había reflexionado lo suficiente al respecto, se me hacía una tontería nada más, una pseudoprotesta o ligera rebeldía de algunos en contra del gobierno, las leyes o el sistema en sí mismo, pero nada relevante que me causara una molestia real, consideraba que bastaba con que yo siguiera acatando el reglamento, continuara con mi estilo de conducción precavido y cuidadoso, en general, ser cumplido con mi propia moral y ética y creí que sería suficiente.
Sin embargo, el pasado miércoles en la noche me ocurrió algo que definitivamente removió mis fibras como comunicador.
Mientras iba saliendo en mi automóvil, en uno de los accesos vehiculares de la unidad en la que vivo, estuve a punto de chocar con una chica que venía conduciendo su motocicleta para entrar a la unidad.
Generalmente cuando me incorporo a alguna otra vialidad, sea una calle, una avenida o una vía de alta velocidad, siempre freno para revisar que no se acerque ningún otro vehículo, algún peatón, o incluso algún animalito como un perro o un gato que salgan corriendo en la inocencia de no estar conscientes de que algún coche o moto pueda causarles algún daño.
El miércoles no fue la excepción, frené como de costumbre, sin embargo, a gran velocidad, una chica que no rebasaría los 21 años, conducía su motocicleta e intentaba ingresar a la unidad en el carril en el que yo venía circulando, teniendo libre el carril a mi izquierda, ella había decidido, quizás por la inercia de la velocidad, quizás porque se le hizo fácil ocupar este otro carril, el hecho es que a duras penas logró esquivar mi vehículo, pero por la velocidad y probablemente la inexperiencia, perdió el control de la moto, cayendo estrepitosamente a unos metros de donde estaba yo detenido.
Afortunadamente se encontraban ahí dos policías que corrieron a auxiliar a la chica, por mi parte hice lo propio, apagué mi auto y puse las luces intermitentes y descendí corriendo para poder apoyar en lo que pudiera.
La chica había golpeado contra un poste metálico que ocupan para dividir los cajones de estacionamiento en la unidad, con tan mala suerte que había impactado directamente con su rostro contra este poste, también había caído con su costado izquierdo, causándose un gran raspón que iba desde su hombro hasta su muñeca. Su motocicleta había quedado aplastándole el pie derecho, aprisionándolo contra el asfalto.
Sobra decir que ella no portaba ningún tipo de protección, ni casco, ni guantes, ni siquiera una chamarra que pudiera protegerla en caso de una caída o calzado como botas de motociclismo, aditamentos mencionados claramente en el reglamento de tránsito desde hace ya varias ediciones. Su atuendo era una simple camiseta sin mangas, su pantalón de mezclilla y unos tenis.
Cuando estuvimos junto a ella, lo primero que hicimos entre los policías y yo fue quitarle la moto que le estaba aplastando el pie, después, me acerqué un poco más para preguntarle si se podía levantar, ahí noté que debido al golpe en el rostro, se encontraba sangrando bastante, el impacto lo había recibido en la nariz, la cual probablemente había quedado rota, la ceja izquierda y la frente, lugares donde se había provocado las heridas que más sangraban.
Ella nos dijo que sí se podía levantar, solamente que le ayudáramos, a lo que con el apoyo de los oficiales procedimos a servirle de soporte para que se incorporara. En ese momento notamos las heridas en su brazo izquierdo, las cuales también sangraban al haber sido producto del raspón contra el asfalto y la fricción de la caída.
Pasaron otras cosas antes de que la chica se pudiera marchar del lugar, obviamente pregunté si llamaba una ambulancia o a mi aseguradora, sin embargo la chica se negó, se volvió a subir a su moto, la cual tenía daños muy superficiales, arrancó y se marchó, según nos indicó, a su casa.
Todo lo que pasó en esa noche trajo a mi mente que el pasado domingo acababa de entrar en vigor el nuevo reglamento, así como las publicaciones que había visto en redes sociales, y me hizo reflexionar justamente en aquello que no había hecho antes: la responsabilidad que tenemos los comunicadores de hacer conscientes a nuestro público de la importancia de las medidas de seguridad y protección al momento de transitar por las calles.
No importa si conducimos un automóvil, una moto, una bicicleta, si somos peatones, si nuestro vehículo es particular o es de transporte público, todos somos responsables al momento de estar expuestos en la vía pública.
Lamentablemente en México no tenemos una buena cultura vial, nos hemos acostumbrado a ceder ante las extorsiones y corrupción a la cual nombramos como “mordidas”, sabemos que es más fácil y rápido cometer este delito que afrontar las consecuencias de una infracción. Pero olvidamos que no se trata de cumplir con el reglamento, ni del gasto que implican las multas, se trata de ser responsables de nuestra propia seguridad y de la de las personas y seres vivos que nos rodean.
Seguramente si yo no hubiera frenado, las consecuencias para la chica hubieran sido peores, quizás fatales, probablemente yo no podría estar diciéndoles esto en esta ocasión porque estaría detenido en alguna cárcel o ministerio público, probablemente en este momento su familia y seres queridos estarían cuidándola en un hospital o quizás llorando su pérdida en algún panteón.
También pienso que si ella hubiera traído el equipo de seguridad necesario, sus lesiones y heridas habrían sido mucho menores, probablemente si hubiera hecho caso a la lógica y tomado el carril que le correspondía, tampoco habría pasado nada y ella habría llegado esa noche sana y salva a su domicilio.
Un argumento que muchas personas han mencionado, es el aspecto económico, que conseguir el equipo de seguridad para un motociclista es costoso, que las familias a veces sólo cuentan con una moto pequeña para trasladarse, que comprar un coche es muy caro, y no lo niego, sin embargo, esta es una percepción equivocada de lo que es la motocicleta, creyéndola como la opción económica de movilidad, cuando realmente no es así, la motocicleta responde a resolver otros problemas, como la practicidad, la agilidad, el reducir el consumo de combustibles, pero no es para resolver el problema de los gastos, ya que en muchas ocasiones, comprar el equipo de seguridad puede ser tan caro como la moto misma.
Quise cerrar esta emisión haciendo notar esto último, ya que puede haber innumerable cantidad de argumentos para no usar ni seguir las medidas de seguridad, no sólo en moto, sino hasta como peatones, pero esto nos llevará siempre a que cuando suframos un accidente (que inevitablemente ocurrirá tarde o temprano), pongamos en riesgo nuestra integridad, la de aquellos que nos rodean y también la de nuestros seres queridos.
Y si eres un comunicador, estoy seguro de que tus intenciones no son malas, estoy convencido de que quizás quieras fomentar la rebeldía contra el sistema y buscar un mundo más justo para todos, pero recuerda, tenemos una responsabilidad con el público que nos sigue, con aquellos que confían en nuestras palabras, con el poder que nos ofrece el influir en la percepción y decisiones de otros, así que piensa en ayudarlos a buscar su seguridad, no sea que en el futuro estés pidiendo perdón con la frase: no quería hacerle daño a nadie.