El Día del Estudiante en México, celebrado cada 23 de mayo, es una fecha que honra la lucha y el esfuerzo de los jóvenes por una educación más justa y equitativa. Esta conmemoración no solo reconoce el papel crucial de los estudiantes en la sociedad, sino que también sirve como un recordatorio de los desafíos y sacrificios que han enfrentado a lo largo de la historia. En un país donde la educación es vista como la clave para un futuro mejor, el Día del Estudiante destaca la importancia de apoyar y valorar a quienes están en el camino de aprendizaje y formación.
El origen de esta significativa fecha se remonta a un evento histórico que marcó un antes y un después en la educación superior en México. En 1929, los estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) se levantaron en una huelga que cambió el panorama educativo del país. La lucha por la autonomía universitaria y mejores condiciones académicas resonó con fuerza, sentando las bases para un sistema educativo más inclusivo y respetuoso de los derechos estudiantiles. Esta huelga no solo logró cambios inmediatos, sino que también dejó una huella imborrable en la memoria colectiva de México, convirtiendo el 23 de mayo en una fecha emblemática de resistencia y perseverancia.
Antecedentes de la Huelga Estudiantil
A finales de la década de 1920, México atravesaba un periodo de transición política y social significativo. El país se estaba recuperando de los tumultuosos años de la Revolución Mexicana, que había dejado profundas cicatrices en la estructura socioeconómica y política. En este contexto, Emilio Portes Gil asumió la presidencia de México de manera interina el 1 de diciembre de 1928, tras el asesinato del presidente electo Álvaro Obregón. Portes Gil, que anteriormente se encontraba fungiendo como Secretario de Gobernación y había sido gobernador de Tamaulipas, fue designado para completar el mandato mientras se organizaban nuevas elecciones.
Después de casi dos décadas de fundada, la situación universitaria
En el ámbito educativo, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) no estaba exenta de los efectos de esta inestabilidad. La universidad, fundada en 1910, había crecido significativamente, pero todavía enfrentaba desafíos relacionados con la gobernanza y la administración. El rector de la UNAM en ese momento era Antonio Castro Leal, quien ocupaba el cargo desde 1928. La universidad operaba bajo un sistema en el cual el rector era nombrado directamente por el presidente de la República, lo que significaba una fuerte influencia gubernamental en la toma de decisiones universitarias.
La influencia gubernamental en la UNAM se manifestaba no solo en el nombramiento del rector, sino también en la supervisión y control de los planes de estudio y las políticas internas. Esta falta de autonomía limitaba la capacidad de la universidad para innovar y responder a las necesidades de su comunidad académica.
Por otro lado, la UNAM se encontraba sometida a unas “rígidas estructuras académicas”, que incluían un sistema de exámenes anuales que determinaban en gran medida el futuro académico de los alumnos. Este sistema era visto como arbitrario y excesivamente punitivo, ya que un solo examen podía decidir si un estudiante avanzaba o repetía el año completo. Además, las clases eran impartidas bajo un modelo tradicional y autoritario, con poca participación de los estudiantes en el proceso educativo.
La economía estudiantil de esa época
Además, las condiciones socioeconómicas de la mayoría de los estudiantes correspondían a las de familias de clase media, aunque también había una presencia significativa de jóvenes de origen humilde. Muchos estudiantes tenían que trabajar para costear sus estudios, ya que las colegiaturas y cuotas universitarias, aunque no eran extremadamente altas, representaban un gasto considerable para las familias mexicanas de la época. Las dificultades económicas añadían una capa extra de presión sobre los estudiantes, que no solo luchaban por su educación, sino también por su supervivencia diaria.
En este ambiente de descontento y necesidad de cambio, los estudiantes comenzaron a organizarse y a demandar reformas que aseguraran una educación más equitativa y autónoma. La huelga estudiantil de mayo de 1929 fue el resultado de años de frustración acumulada y el deseo de transformar la universidad en una institución verdaderamente autónoma y democrática.
La Inflamación del Descontento
El descontento estudiantil en la UNAM no era un fenómeno aislado, sino que estaba influenciado por una serie de movimientos estudiantiles que se desarrollaban en otras partes del mundo. En América Latina, los movimientos estudiantiles en países como Argentina, Perú, Cuba y Chile inspiraron a los jóvenes mexicanos a luchar por sus derechos. En Argentina, por ejemplo, la Reforma Universitaria de 1918 en la Universidad de Córdoba fue un referente clave, ya que los estudiantes argentinos lograron importantes reformas que incluían la autonomía universitaria, la participación estudiantil en el gobierno universitario y la modernización de los planes de estudio.
Este clima de cambio y exigencia de derechos se extendió a México, donde los estudiantes de la UNAM comenzaron a organizarse para demandar una serie de reformas.
Las peticiones universitarias
Las principales demandas del movimiento estudiantil mexicano incluían la autonomía universitaria, la democratización de las estructuras académicas, la implementación de exámenes parciales en lugar de los exámenes anuales punitivos, y la participación estudiantil en los órganos de gobierno universitario. Los estudiantes también exigían mejoras en las condiciones de infraestructura y recursos educativos.
Respuesta de las autoridades, gobierno y sociedad.
La respuesta de las autoridades universitarias y del gobierno federal fue inicialmente de indiferencia y rechazo. El rector Antonio Castro Leal y los funcionarios de la UNAM no mostraron disposición a dialogar ni a considerar las demandas estudiantiles. Por su parte, el gobierno de Emilio Portes Gil adoptó una postura ambivalente, en ocasiones mostrando apertura al diálogo y en otras respondiendo con represión.
La prensa de la época, que incluía periódicos como “El Universal” y “Excélsior”, comenzó a reportar sobre el creciente descontento en la UNAM. Estos reportajes generalmente adoptaban una postura crítica hacia el movimiento estudiantil, retratando a los estudiantes como alborotadores y cuestionando la legitimidad de sus demandas. Sin embargo, algunos intelectuales y periodistas simpatizaron con la causa estudiantil y abogaron por una reforma profunda del sistema educativo.
La percepción pública sobre la situación universitaria era mixta. Mientras algunos sectores de la sociedad apoyaban las demandas estudiantiles, otros veían con recelo las protestas y el activismo juvenil. La opinión pública estaba dividida entre quienes consideraban que los estudiantes tenían derecho a exigir mejores condiciones educativas y aquellos que pensaban que las huelgas y manifestaciones eran disruptivas y perjudiciales para el orden social.
En este ambiente de polarización, el descontento seguía creciendo. Los estudiantes se organizaron en asociaciones y comités de lucha, estableciendo redes de apoyo y coordinación. Las asambleas estudiantiles se convirtieron en espacios de debate y planificación, donde se discutían estrategias y se consolidaba el movimiento. La huelga estudiantil de mayo de 1929 fue el resultado de estos esfuerzos organizativos y de la creciente frustración ante la falta de respuesta por parte de las autoridades.
El Estallido de la Huelga
Directivos de renombre
El 5 de mayo de 1929, la huelga estudiantil estalló en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la UNAM. Esta facultad, dirigida por Narciso Bassols, se convirtió en el epicentro del movimiento. Bassols, un abogado y político destacado, era conocido por su compromiso con las causas sociales y su apoyo a la reforma educativa. Su liderazgo en la facultad fue clave para el desarrollo de las actividades académicas y políticas en la universidad.
La chispa que encendió la huelga fue una protesta en la Escuela Nacional Preparatoria (ENP), donde el director Alfonso Caso había implementado un nuevo plan de estudios. Alfonso Caso, arqueólogo y antropólogo, era una figura influyente en el ámbito académico mexicano. Su visión modernizadora chocó con las demandas estudiantiles, quienes sentían que sus propuestas no consideraban adecuadamente sus necesidades y derechos.
La asamblea, a horas del inicio de la huelga
El 4 de mayo de 1929, se llevó a cabo una asamblea general estudiantil en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, donde se nombró un Comité Provisional de Huelga. Este comité, encabezado por estudiantes comprometidos, comenzó a organizar las acciones que culminarían en la huelga. Entre los líderes estudiantiles se encontraban Arcadio D. Guevara y Antonio D’ Amiano, presidente y secretario de la Sociedad de Alumnos de la Escuela de Jurisprudencia, respectivamente. Ambos se opusieron firmemente al sistema de reconocimientos propuesto por las autoridades universitarias, que consideraban injusto y excluyente.
El 5 de mayo, los estudiantes de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales iniciaron la huelga, y para el 9 de mayo, el movimiento se había extendido a la Escuela Nacional Preparatoria. En un evento realizado en el salón “El Generalito” de la ENP, los estudiantes declararon su apoyo a la huelga y se unieron a las demandas de sus compañeros. Este evento fue crucial para consolidar la unidad del movimiento estudiantil y amplificar su impacto.
Exigencias estudiantiles
Las demandas estudiantiles incluían la autonomía universitaria, la implementación de exámenes parciales, la participación estudiantil en los órganos de gobierno de la universidad y la mejora de las condiciones de infraestructura y recursos educativos. Las autoridades universitarias y gubernamentales inicialmente respondieron con indiferencia, pero la creciente movilización y solidaridad de los estudiantes obligaron a las autoridades a prestar atención.
La huelga de 1929 no solo fue un acto de resistencia contra un sistema educativo rígido y autoritario, sino también una manifestación de la creciente conciencia política y social de los estudiantes. La policía respondió con represión violenta en varias ocasiones, lo que solo aumentó la determinación de los huelguistas. La cobertura mediática fue variada, con algunos periódicos criticando a los estudiantes y otros simpatizando con sus demandas.
A pesar de los intentos de represión, la huelga ganó apoyo de sectores importantes de la sociedad, incluidos intelectuales y profesores. La resistencia y organización de los estudiantes demostraron una capacidad notable para influir en la política educativa del país, estableciendo un precedente significativo en la historia de México.
La Respuesta del Gobierno y la Sociedad
La huelga estudiantil de 1929 se extendió rápidamente por toda la UNAM y generó una serie de eventos significativos que marcaron la historia del movimiento. Uno de los momentos más críticos ocurrió el 23 de mayo en las instalaciones del antiguo campus de la Escuela de Derecho, actualmente el Colegio de San Ildefonso. En este emblemático edificio, los estudiantes se concentraron para manifestar sus demandas, convirtiéndose en el epicentro de las protestas.
La Participación de José Manuel Puig Casauranc
Durante este periodo, José Manuel Puig Casauranc, jefe del Departamento del Distrito Federal, desempeñó un papel crucial. Puig Casauranc, un político y médico de profesión, era conocido por su capacidad de gestión y su cercanía con el presidente Emilio Portes Gil. Su rol en la huelga fue complejo, ya que intentó mediar entre las demandas estudiantiles y las necesidades del gobierno. Sin embargo, la falta de respuesta efectiva exacerbó el conflicto.
Los Hechos en la Escuela de Medicina
Otro evento significativo tuvo lugar en la Escuela de Medicina, donde el doctor Fernando Ocaranza, figura destacada en la medicina mexicana y entonces director de la Escuela, intentó calmar los ánimos. Ocaranza, quien también era un defensor de las reformas educativas, trató de negociar con los estudiantes y las autoridades. A pesar de sus esfuerzos, la tensión continuó escalando, y la represión policial se hizo más intensa.
El Enfrentamiento en Avenida Juárez
El 23 de mayo, una comitiva de estudiantes se dirigió a la redacción de diferentes periódicos en la avenida Juárez para denunciar la represión y solicitar apoyo. Durante esta marcha, se produjo un enfrentamiento violento con la policía, resultando en varios heridos y detenidos. Este evento amplificó la indignación pública y atrajo la atención de más sectores de la sociedad hacia la causa estudiantil.
La Marcha del 27 de Mayo y el Memorándum
En respuesta a la creciente presión, José Manuel Puig Casauranc envió un memorándum al presidente Portes Gil, señalando la gravedad de la situación y la necesidad de una solución inmediata. Este documento subrayaba la importancia de escuchar las demandas estudiantiles y buscar una salida negociada al conflicto.
El 27 de mayo, los estudiantes organizaron una marcha masiva que culminó en un enfrentamiento directo con las autoridades. Esta marcha fue una demostración de la determinación y unidad del movimiento estudiantil, que, a pesar de la represión, continuaba luchando por sus derechos. La marcha y los eventos que la rodearon fueron clave para presionar al gobierno a tomar medidas.
La Respuesta Final y las Concesiones
Ante la persistencia del movimiento y la presión social, el gobierno finalmente cedió. El 10 de julio de 1929, se otorgó la autonomía a la UNAM, permitiendo que la universidad tuviera control sobre sus propios asuntos internos, incluyendo la elección de su rector y la gestión de sus recursos. Esta victoria fue un triunfo histórico para los estudiantes y estableció un precedente para futuras luchas por la autonomía universitaria en México.
Logros y Consecuencias de la Huelga
El movimiento estudiantil de 1929 logró importantes victorias. El 10 de julio de ese año, el gobierno aceptó la autonomía universitaria, permitiendo a la UNAM tener control sobre sus asuntos internos, incluyendo la elección de su rector. Esta concesión fue vista como un triunfo histórico y sentó un precedente para futuras luchas estudiantiles. La huelga también provocó una mayor participación de los estudiantes en la vida académica y política del país, consolidando a la UNAM como un bastión de la defensa de los derechos y libertades.
Evolución del Día del Estudiante
Con el paso de los años, el 23 de mayo se institucionalizó como el Día del Estudiante en México, en homenaje a aquellos jóvenes que lucharon por sus derechos en 1929. Esta fecha se ha convertido en una ocasión para reflexionar sobre los logros alcanzados y los desafíos que aún enfrentan los estudiantes en la actualidad. Desde su origen hasta nuestros días, el Día del Estudiante sigue siendo una jornada de celebración, pero también de reivindicación y memoria histórica.
Referencias
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