El fuego, la pasión

Cada vez que empiezo a crear algo, ya sea escribir un artículo, grabar un audio o un vídeo, en fin, producir cualquier tipo de contenido, siempre me vienen a la cabeza todas las dificultades que conlleva el estar haciendo esto que me apasiona.

Por ejemplo hoy, justamente antes de empezar a escribir esto, tuve que lidiar con una pequeña inundación porque el desagüe del área de lavado se tapó justamente mientras estaba planeando qué decir acerca del fuego y la pasión que los creadores de contenido debemos tener, e irónicamente, mientras pensaba en fuego, me encontraba luchando contra el agua.

Así de irónica es la vida, creo que no sólo para los que nos dedicamos a producir cualquier tipo de cosa, sino en general para cada persona que ha decidido vivir su vida al máximo, sea lo que sea que haga o dónde se encuentre.

Seguramente esto se volverá en una anécdota más para el futuro, pero resulta que en este preciso instante me encuentro agotado, el estar limpiando el agua me dejó un poco desmoralizado y sin ganas de otra cosa que no fuera acostarme a dormir y descansar.

Pero no, aquí me encuentro redactando lo que les había querido decir en esta ocasión, cansado, malhumorado, mojado, hablando de lo que es el fuego y la pasión de los creadores.

Siempre creí que todo aquel que se dedicaba a la creación, ya fuera un artista, un ingeniero, un comunicador, un artesano, un panadero, en fin, no importaba qué oficio desarrollara, si tenía que transformar y crear algo, debía contener un fuego indomable en su interior, una pasión incapaz de derrotarse, un sentido propio de la llama creadora que de manera inextinguible se mantendría luchando a toda costa para lograr contagiarle a los demás esa energía para seguir adelante cada día.

Quizás hoy no sea mi caso, ya lo averiguaremos, en este punto sólo quiero quejarme, quiero mostrar mi vulnerabilidad ante otros y decirles, lo siento, les fallé, no me siento capaz de otorgarles una reflexión alentadora esta semana, me siento derrotado, apabullado por el sentido del humor del universo que se quiso burlar de mí de la manera más irónica que encontró.

Te contaré lo que ven mis ojos en este punto, la pantalla que va reflejando cada una de las palabras que escucharás en esta ocasión junto con su cursor titilante que va desplegando una por una las letras de lo que transmite mi mente a la computadora, a mi lado izquierdo se encuentra una de mis gatas, a mis pies uno de mis perros que confía ciegamente que estará seguro y podrá dormir seco gracias a que logré contener y limpiar esa pequeña inundación.

Mis manos están entumidas, pero a pesar de ello siguen llevando a las teclas mi pensamiento errático, donde la verdad no comprendo cómo es posible que sigan avanzando sin rendirse, me duelen al igual que el resto de los músculos de mi cuerpo, que ahora resiente la humedad y el frío que cuando era joven no hubiera ni siquiera atendido.

Mi mente sólo piensa en quejarse, me dice, ¿qué haces? Ya es tarde, no vale la pena seguir escribiendo, no vas a lograr terminar el texto para grabarlo y compartir en tiempo el nuevo capítulo del podcast de este fin de semana, mejor ríndete, ya el lunes tendrás oportunidad de pedir perdón por el retraso y entregar algo mejor.

En la calle escucho un montón de gritos mientras que me doy cuenta de que otra de mis gatas acaba de ensuciar su arenero y tendré que hacer una pausa para limpiarlo. Aun así sigo escribiendo, hay algo que me dice “continua, un párrafo más, una línea más, una letra más, NO TE RINDAS”.

El fuego, la pasión
El fuego, la pasión

Definitivamente esas palabras no provienen de mi mente, mi mente sólo quiere que ya apague el ordenador, nos vayamos a cambiar esta ropa mojada y nos acostemos a dormir, pero entonces, ¿esas palabras de dónde provienen?

Mi perro suspira como si estuviera reflejando mi agotamiento, se levanta y decide irse a acostar al sillón de la sala, ¿quién cómo él que puede hacer eso?

Llegan notificaciones a mi teléfono, “procrastina un rato, distráete un momento, tienes que limpiar el arenero, ir a tomar agua, cambiarte de ropa, hay mil cosas más que hacer además de escribir este podcast”, pienso mientras sigo cavilando qué te estoy diciendo en esta ocasión.

Más distracciones, el sonido de las campanas del camión de la basura inundan mis oídos y no me dejan pensar con claridad, a pesar de ello, sigo avanzando y no me detengo, sé que hay algo importante que debo de terminar de contarte, porque si no, habrá sido en balde este tiempo dedicado a decirte algo y lo más importante, el tiempo que te has tomado en seguirme escuchando.

Poco a poco voy notando algo, mi ropa está quedando seca, es quizás el calor de mi cuerpo el que se ha encargado de esa tarea, casi como los monjes tibetanos que utilizan este método para secar su ropa después de lavarla.

Parecería imposible, pero también me voy entusiasmando más con lo que llevo en este punto, porque quería hablarte del coraje, del enojo de las emociones más poderosas que los humanos somos capaces de llegar a sentir, en lugar de eso te compartí mi anécdota de una vida diaria y aquí seguimos, yo hablándote y tú escuchando mi historia y mi reflexión semanal.

No alcanzo a comprenderlo, aquella voz que me decía “NO TE RINDAS”, ahora me sigue impulsando, me dice, “VAMOS, TÚ PUEDES”, aún hay alguien aquí que sigue confiando en que le podrás entregar algo valioso para su vida.

Y me pregunto ¿cómo puede ser valioso lo cotidiano? ¿Qué tiene de especial que hay un loco pegado a un teclado escribiendo cada pequeña cosa que va teniendo en su vida?

Una pequeña mota de polvo, un olor simple, desagradable y sin chiste de un arenero sucio, los sonidos de la calle que llegan hasta el interior de mi oficina, las respiraciones de mis mascotas acompañadas por el zumbido electrónico de la computadora, ¿qué tiene de interesante eso?

Pero justamente ese es el milagro, eso es lo espectacular, estoy compartiendo lo que soy, lo que vivo, lo que me forma, con alguien más que está dispuesto a escucharme, que no ha perdido la fe en este punto de que hay un pequeño tesoro enterrado en esa pequeña cotidianeidad.

¿Qué más milagro pido?

Tengo una manera de llegar a otros que la humanidad no experimentó nunca, una forma en la que de manera instantánea mis palabras surcarán quizás miles de kilómetros para llegar a otro ser humano que tendrá la capacidad de escuchar, de leer, de vivir a través de mis palabras la vida de otro ser humano.

Ahora lo voy comprendiendo, el universo no me jugó una broma irónica, por el contrario, quería transmitir un mensaje a través de mi voz, a través de mis palabras, quería mostrar el fuego que somos capaces de generar, quería llevar esa pasión que hace que, a pesar de todos los problemas en el exterior, somos capaces de seguir creando, de seguir avanzando, de no detenernos por muy agotados que nos encontremos.

Porque la vida es así, no nos hizo especiales para soportar todas las adversidades que nos va poniendo, sean pequeñas o grandes, nos hizo especiales para seguir avanzando, aún con el dolor, aún con el cansancio, aún con el fastidio, nos da la oportunidad de ser especiales cada instante de nuestras vidas, aún en el más aburrido sentido de lo cotidiano.

Veamos cada historia única, personas que fueron movidas de su zona de confort para enfrentar una aventura, desde una mala cara del vecino, un comentario hiriente de un familiar o de un amigo, el tráfico que tiene que sortear un chófer de un taxi que recoge a una pasajera triste, el descubrir una traición del ser amado, todas son cosas tan cotidianas pero que hacen que los humanos mostremos lo que realmente llevamos dentro.

Ya lo voy comprendiendo, no era una ironía, era una demostración, era comprobar si la humedad era capaz de apagar mi pasión interna, o por el contrario, sería el fuego de alma la que lograría evaporar e imponerse al agua de mi vida diaria, porque sí, si tu en este punto ya estás al límite del fastidio y de la rutina, recuerda solamente, en tu interior tienes lo que necesitas, el fuego, la pasión.

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